En una caja, que tiene adentro otra caja, que tiene adentro una cajita, que tiene metida otra mini caja de color violeta que se cierra a presión, están mis pensamientos sobre vos.
Todas, excepto en la que vos estas, estan cerradas con sus respectivas llaves que guardo en un llavero que tengo metido en un cajón, que está metido en un placard, que esta metido en un cuarto, que está metido adentro de una casa.
A veces vos, hecho pensamientos, golpeas desde el interior de tu cubículo colorido y yo me tiento y empiezo a buscar las llaves para sacarte. Entonces me meto en la casa, en el cuarto, en el placard, en el cajón y trato de poner la primer llave en la cerradura para liberarte. Pero en ese momento -en el que estas tan cerca que casi puedo sentir el aroma de tu piel- algo pasa que me detengo, y pienso que quizas mejor no, que te quedes ahí, entre los algodones teñidos de purpurinas en los que guardé tu recuerdo.
Otras veces llego a abrir la última de las cajas y te miro, y te acaricio, y cuando estoy a punto de tomarte con mis manos y sacarte del encierro, no lo hago. Me quedo un rato en silencio. Entonces veo que me miras, y nos miramos y espero que seas vos quien decida salir por tus propios medios, pero como eso no sucede, vuelvo a cerrar la tapa, y poner llave a la otra caja y a la otra y a la otra y guardo el llavero en el cajon adentro del placard, adentro del cuarto adentro de la casa.
Y me voy
preguntandome
si alguna vez escucharás cuando yo golpeo la microcaja
en la que vos me guardaste
a mí.