Juguemos a querernos. A amarnos como nunca podremos. Juguemos a algún juego que no este de moda, que sólo vos y yo entendamos. Juguemos a que somos algo, especial, evidente e inevitable de vivir. Juguemos a que no me dejas nunca, a que existe la eternidad cuando hablamos los dos como unidad. Juegos a desafiar al diablo y reírnos de el a sus espaldas. Juguemos a inventar espacios y tiempos que nunca existieron y posiblemente nunca lo hagan. Juguemos a tocarnos sin las manos, a rozar sin sentir y vivir sin morir. Juguemos a que no importa nada, a que nos da igual lo que piensen, a ser indiferentes a todo. Juguemos a encontrarnos por casualidad, a mirarnos a los ojos sin sentir una invasión en el alma. Juguemos a ser invisibles. A valorarnos como somos, a ser lo que realmente queremos ser, a dejarlo fluir. Amor, déjalo ser. Juguemos a que nos jugamos, yo por vos y vos por mi, a que lo apostamos todo, a que lo dejamos todo. A que cuando parece que ya lo perdimos todo, podamos darnos cuenta de que si nos tenemos, ganamos en cualquier juego que nos proponga en la vida o en la muerte. Juguemos a vivir uno por el otro, a depender, a sentir esa sensación de vacío cuando ya no estemos juntos en la ausencia.
Juguemos a morir uno por el otro.
Juguemos a dejar de sentirnos un ilusión ópita para pasar a ser reales. Juguemos a que lo que tenemos, sea lo que sea, es real.