Aquella noche la luna, casi llena, brillaba en el cielo ausente de nubes. Los edificios parecían de un pétreo metálico y frío y sus sombras se prolongaban a lo largo de la calle. Bajo la luz de un foco, como otras veces, de pronto, sentí su presencia; pero esta vez era diferente. Al cabo de unos instantes, estaba ya justo detrás de mí: una bocanada de aire robada al viento, el aliento de sílice contra mi nuca…
Sus pasos devoraban los míos con intensidad asombrosa y al girar la esquina .Paré en seco y me di la vuelta con intención de sorprenderle. La imagen fue asombrosa: me encontré con migo misma, en persecución con mis ideas.