Gente que me lee (:

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Cuentan, que una vez se reunieron en un lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. La locura como siempre tan loca, les propuso: "¿jugamos al escondite?". El entusiasmo bailó por la euforia; la alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda. Pero no todos quisieron participar. La verdad prefirió no esconderse, ¿para qué, si al final siempre la hallaban?. Y la soberbia opinó que era un juego muy tonto; en el fondo lo que le molestaba era que la idea no fuera suya. Y la cobardía… la cobardía prefirió no arriesgarse. 1, 2, 3, comenzó a contar la locura. La envidia se escondió tras la sombra del triunfo, que con su propio esfuerzo logró subir a la copa del árbol más alto. La generosidad casi no alcanzaba a esconderse; cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos, así que terminó por ocultarse en un rayito de sol. El egoísmo en cambio, encontró un sitio muy bueno; desde el principio lo encontró: ventilado, cómodo, pero eso sí, sólo para él. La mentira se escondió en el fondo del océano; ¡mentira!, en realidad se escondió detrás del arco iris. El olvido, se me olvidó dónde se escondió. Cuando la locura contaba: ¡999.999!, el amor todavía no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado; hasta que divisó un rosal y, enternecido decidió esconderse entre sus flores. "¡Un millón!" contó la locura, y comenzó a buscar. En un descuido encontró a la envidia, y claro, pudo deducir dónde estaba el triunfo. Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo, pues él solito salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed, y al acercarse al lago descubrió a la belleza. Y con la duda resultó más fácil todavía pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse. Así fue encontrando a todos. La angustia en una oscura cueva, la mentira detrás del arco iris; ¡mentira!, si ella estaba en el fondo del océano. Y hasta el olvido, al que ya se le había olvidado que estaba jugando al escondite. Pero sólo el amor no aparecía por ningún sitio. La locura buscó por todas partes y cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal y sus rosas, y tomó una horquilla, y comenzó a mover las ramas cuando de pronto un doloroso grito se escuchó; las espinas habían herido en los ojos al amor. La locura no sabía que hacer para disculparse; lloró, rogó, pidió perdón. Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la Tierra, el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña.